MARÍA DE LA MONTAÑA
En estos días
un aluvión de devotos se dirige a la Concatedral de Santa María, en Cáceres,
para rezar ante la imagen de la Virgen de la Montaña. Es, sin duda, una
costumbre muy arraigada e importante indicador de piedad popular, cuando el
ambiente cultural más bien empuja a lo que algunos llaman “el silencio de Dios” y la privatización de la fe.
Poco se habla
de la fe de María y, sin embargo, yo creo que es su principal virtud a imitar.
Su vida puede resumirse así: tuvo fe en la Palabra de Dios y la siguió con
fidelidad. Su fe no fue una mera creencia en unas verdades transmitidas por
tradición, sino, ante todo, una respuesta personal, libre y generosa a la
llamada de Dios que dio sentido a toda su vida. Por eso es para los cristianos
un gran ejemplo de fe profunda que deriva en testimonio, de fe personal y libre
que compromete y la pone al servicio del proyecto de su Hijo: la instauración
del Reino de Dios. El Reino de la paz y la justicia, de la libertad y de la
fraternidad universal.
La mayor
expresión de la fidelidad de María se escenifica al pie de la cruz, junto al
discípulo predilecto. Los dos son símbolos de entereza humana y de lealtad a toda prueba. Constantes en la
entrega y en el amor. Cuando todos habían huido ambos permanecían fieles, sin
desfallecer porque su amor era más fuerte que el dolor. Y es que la verdadera
fe se pone a prueba en los tiempos y las situaciones de adversidad. La
fidelidad a alguien o a una causa no consiste en estar a su lado o defenderla
cuando el camino es de rosas. Eso no es fidelidad, sino oportunismo. La fe de
los auténticos cristianos hoy, como la de María, es la que permanece
inalterable en los trances difíciles, cuando nada les favorece, cuando vivir
según el Evangelio es ir contracorriente… y eso todos los días del año y en
todos los ámbitos de la vida.
JESUS MORENO RAMOS
(Publicado en el Periódico Extremadura, el 29 de abril de 2013)
http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/caceres/maria-montana_729424.html
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