domingo, 9 de marzo de 2014

Tal vez uno de los problemas que vivimos hoy personal y socialmente es la dificultad para distinguir entre lo que es necesario y lo que es superfluo. Dos prácticas tradicionales de la Cuaresma (el ayuno y la limosna) tienen mucho que ver con eso. El año pasado escribí este artículo sobre esta cuestión:

Necesario y superfluo

Puede que sigamos aferrados a muchas cosas de las que podríamos prescindir


La campaña de Cáritas con ocasión del próximo domingo sigue teniendo el mismo lema que le ocupa en los últimos meses: "Vive sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir". Algo que pone en cuestión el modelo de convivencia que impera en nuestra sociedad. "Vivir sencillamente no se reduce a una pura cuestión material de conformarse con tener pocas cosas, sino que abarca a todo el ser de la persona. Implica una opción de vida; es un compromiso personal por un estilo de vivir contracorriente a los valores que promueve el modelo económico y social actual". Eso es lo que dice.
En un mundo dominado por la economía y las finanzas donde lo único que parece importar son las cuentas de resultados, es la hora de las personas. Un tiempo para tomar las riendas de nuestra vida y poner el dinero en su sitio justo, sin que llegue a esclavizarnos. La poetisa austriaca Marie von Ebner-Eschenbach decía: "Estar satisfecho con poco es difícil, estar satisfecho con mucho es imposible". En otras palabras, no podemos estar satisfechos cuando carecemos de lo necesario para tener vida digna; pero cuando ese "tener" es superabundante, tampoco.
Conviene distinguir entre lo necesario y lo superfluo. Educados en el consumismo, aún en estos tiempos duros, puede que sigamos aferrados a muchas cosas de las que podríamos prescindir, pero no es fácil. ¿Por qué? Precisamente porque no lo consideramos superfluo. Todo nos parece necesario y nos parece que no podemos prescindir de nada. Nuestro egoísmo llega a ser tan refinado e intensivo, que todo nos parece indispensable. Y si todo nos parece indispensable, quedamos bloqueados en el más refinado egoísmo, que nos impide compartir: saber dar y recibir gratuitamente. Es una equivocación garrafal que tenemos y que , desgraciadamente, es muy frecuente.

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